Jordi Domingo Calabuig, Coordinador área Sostenibilidad Agroalimentaria. Fundación Global Nature
 

Hasta las mejores novelas de ficción nos habrían parecido exageradas si incluyeran entre sus páginas una mínima parte de lo que hemos pasado esta primavera. Pero de nuevo, la realidad supera la ficción y millones de personas en todo el mundo pararon durante unas largas semanas. O mucho me equivoco, o es la primera vez en la historia de la Humanidad que se paraliza una gran parte de la actividad económica de un día para otro. Y eso significa muchas cosas.

Lo primero, y como reflejo directo del modelo económico en el que vivimos, asistimos a una crisis económica sin precedentes. Por cierto, no deja de ser curioso que nos hayamos construido un modelo económico en el que el motor a ralentí no funciona, y solo lo hace cuando quema combustible sin parar y va al límite de sus posibilidades… pero dejemos este tema para otro día. La otra consecuencia también ha sido evidente para todos. Nuestro planeta parado, ha mostrado signos de una potente capacidad de recuperación.

Ha vuelto a respirar, demostrándonos que si agoniza es por nuestra culpa. Lo ha mostrado de todas las maneras posibles: a través de las emisiones de gases de efecto invernadero, de la disminución de contaminantes en las ciudades, de los movimientos de la fauna silvestre, de la calidad de agua en ríos…

¿Cambio de ciclo, nueva era, reorganización de nuestra manera de entender el mundo...? Estas eran las grandes promesas que se leían en todos los medios cuando apenas estábamos atisbando el final del confinamiento. Pero ahora que estamos en eso tan raro que hemos llamado nueva normalidad, el discurso ha cambiado radicalmente. Pasado lo peor del temporal, ahora se...

Artículo completo en Revista Alimentaria 516

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