La ciencia de los helados: por qué pueden hacernos tan felices
Los helados proporcionan una combinación de sensorialidad, neuroquímica y emociones que se activan en el cerebro
Hay sonidos y sensaciones que nos recuerdan inevitablemente al verano: el sonido de las olas del mar, el olor a fotoprotector, las risas entre familia y amigos, o algo tan simple como el crujido de un helado. Desde Lidl recuerdan que estos pequeños detalles despiertan nuestras emociones y evocan nuestros recuerdos, trasladándonos a momentos y sensaciones.
La relación entre el consumo de helados y la felicidad
¿Alguna vez te has preguntado por qué comer un helado nos aporta una innegable sensación de felicidad? No es casualidad ni sólo cuestión de gusto: la ciencia ha ido desentrañando las razones detrás de esa explosión de placer que sentimos con cada bocado y cada cucharada.
Desde un punto de vista nutricional, el helado es un alimento rico en triptófano, un aminoácido esencial presente en los productos lácteos, base de la mayoría de los helados. Según la Clínica Universidad de Navarra, el triptófano cumple con un papel crucial en la producción de serotonina, popularmente conocida como “la hormona de la felicidad”, un neurotransmisor clave para el bienestar emocional y mental, ya que se ha demostrado que niveles adecuados de serotonina están relacionados con una mayor sensación de bienestar y una mejora del estado de ánimo.
Por otro lado, el dulzor del sabor del helado también tiene un efecto fisiológico que contribuye a esa sensación de felicidad. Estudios científicos han demostrado que el consumo moderado de los sabores dulces estimula la liberación de endorfinas, neurotransmisores responsables de la sensación de placer y bienestar que activan un circuito de recompensa en el cerebro.
Pero eso no es todo. La neurogastronomía recalca que el disfrute de un alimento no depende únicamente del sabor, sino de una combinación de estímulos sensoriales. Charles Spence, experto en esta ciencia de la Universidad de Oxford, explica que factores como el sonido, la textura, la apariencia visual y el aroma trabajan en unísono para enriquecer y amplificar el placer de comer helado.
El helado es un claro ejemplo de ello. Según estudios de la Universidad de Sussex, cuando consumimos este alimento se activan múltiples sentidos al mismo tiempo. El sabor dulce, el frío, el crujido de la cobertura y la forma en la que el helado se derrite en la boca son sensaciones que envían señales al cerebro que intensifican nuestra respuesta emocional y generan un placer subjetivo mucho mayor que el que producen otros alimentos.
En este sentido, el aroma del helado tiene un papel fundamental. El olfato está directamente conectado con el sistema límbico, responsable de las emociones y la memoria, lo cual explica por qué algunos olores pueden evocar en nosotros recuerdos y emociones. Por este motivo, el mero acto de oler un helado puede teletransportarnos a nuestra infancia o a recuerdos de veranos pasados, despertando emociones positivas.
En definitiva, no es solo el sabor lo que nos hace felices cuando comemos un helado, sino una combinación de estímulos sensoriales que juntos crean una experiencia envolvente y placentera difícil de igualar.
Para convertir el acto de comer un helado en toda una experiencia multisensorial, Lidl te trae este verano un surtido de 100 helados distribuidos entre sus dos marcas Gelatelli y Bon Gelati, que destacan por su excelente relación calidad-precio. Texturas cremosas, coberturas que crujen y una amplia variedad de sabores son algunas de las características principales de la propuesta de Lidl, que abarca desde sabores en tendencia como el pistacho y la masa de galletas, hasta sabores tropicales como el maracuyá, sin olvidar los sabores clásicos como el chocolate, el caramelo y la tarta de queso, entre muchos más.
En definitiva, un helado es mucho más que un postre, es un estímulo sensorial, un potenciador químico del ánimo y una sensación que nos teletransporta a momentos del verano. Detrás de cada bocado se esconde un complejo entramado de ciencia, neuroquímica y emociones que convierte al helado en un auténtico potenciador de felicidad.
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