Miguel Flavián: "Es un acuerdo comercial que en lugar de mejorar las condiciones, las empeora"

Revista Alimentaria

20 de febrero, 2021


Continuamos con nuestro análisis del acuerdo de libre comercio y cooperación entre la UE y Reino Unido a través de diversos expertos. En esta ocasión, Miguel Flavián, fundador de la consultora GM&Co, miembro del Comité Científico de Revista Alimentaria, residente en Londres y buen conocedor de cómo funciona la distribución alimentaria en el Reino Unido, nos cuenta de primera mano cómo están viviendo los primeros momentos del Brexit tanto las empresas como los ciudadanos de a pie.

Para ver la entrevista completa, solo tienes que hacer clic en el video. También dejamos un resumen a continuación:

 

Revista Alimentaria.- ¿Cuáles son los principales cambios que introduce el acuerdo firmado el pasado 24 de diciembre entre la UE y Reino Unido?

Miguel Flavián.- Tuvimos la fortuna de que ambos bloques pudieran llegar a un acuerdo, en el cual se mitigaron bastantes de las consecuencias negativas que habría tenido una salida sin acuerdo. No obstante, hemos de pensar que posiblemente se trata del primer acuerdo comercial que, en lugar de mejorar las condiciones de acceso a un mercado, las empeora. Antes Reino Unido estaba dentro del mercado único de la UE, pero a partir de ahora es un tercer país. Aunque el acuerdo implique que no haya tarifas ni cuotas para los productos alimentarios, ahora se requieren unos procedimientos, una burocracia en la frontera, presentar unos certificados, realizar unas inspecciones, etc. que lo que hacen es retrasar este paso.

Para los productos perecederos, esas horas o días de vida útil que se pierden, suponen un hándicap importante. Por el momento, las empresas que lo han notado con mayor intensidad son las empresas que exportaban marisco desde Escocia, que han tenido muchos problemas para vender sus productos en el continente.



R. A.- ¿Cuál es la importancia del mercado de Reino Unido para España?

M. F.- Reino Unido supone el 8% de las exportaciones alimentarias españolas, con un valor de unos 4.000 millones de euros anuales. Es un mercado donde las empresas españolas llevan mucho tiempo trabajando, los consumidores británicos conocen bien nuestros productos y los aprecian. Por ejemplo, hay años en los que Tesco, cuando llegan los cítricos españoles, los colocan en cajas especiales con la bandera española porque saben que sus clientes aprecian la calidad de estos productos españoles. Otro ejemplo es el del chorizo, que se está convirtiendo en un básico: aparecen recetas en las revistas de los supermercados, lo emplean los chefs ingleses... También tienen mucha presencia y se valoran mucho nuestros vinos, quesos, etc.

El consumidor británico es muy especial, con algunos nichos que buscan los productos gourmet, de calidad, con historia, y muchos de los alimentos españoles encajan en estas demandas. Por eso es un mercado que debemos seguir explorando.



R. A.- ¿Cómo se está percibiendo entre la gente de a pie la llegada del acuerdo? Y desde las empresas, ¿cómo lo están valorando?

M. F.- En el caso de los ciudadanos, se está viviendo con total indiferencia, mientras que las empresas sí que están notando muchísimo los cambios.

Las empresas españolas que operan aquí se han preparado muy bien: registraron sus marcas, abrieron delegaciones comerciales aquí, han buscado canales alternativos al paso de Dover-Calais, otros puertos, para descongestionar dicho paso fronterizo... En cuanto a las empresas pesqueras españolas que faenan en aguas ahora británicas, descargan el pescado en Irlanda y llevan la mercancía en ferry hasta España, cuando antes lo hacían en camión. Han tenido tiempo para prepararse y lo han hecho con éxito.

En cambio, las empresas británicas que exportan al continente no siempre se han preparado tan bien y están teniendo más problemas para gestionar el volumen de documentación que tienen que preparar. Se están adaptando poco a poco, al igual que el personal de las aduanas, y los flujos se van normalizando.



R. A.- ¿Las empresas de distribución están notando dificultades para hacer sus aprovisionamientos?

M. F.- Las empresas han tenido cuatro años para prepararse, y además la gran distribución cuenta con muchos recursos y conoce bien lo que supone trabajar con un tercer país. Lo que hicieron fue tratar de ampliar sus stocks para afrontar las primeras semanas, y han reforzado sus departamentos de import/export, las personas que tienen que encargarse de la documentación.

 

R. A.- Desde su punto de vista, ¿cuáles son los principales aspectos que quedan pendientes de negociación?

M. F.- Desde el punto de vista alimentario, está todo bastante determinado. No obstante, a partir de ahora Reino Unido puede establecer su propio camino y fijar sus propias normas de seguridad alimentaria, trazabilidad, etiquetado, etc.

Por ejemplo, hace un par de semanas se iniciaron las consultas de cara a autorizar los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) para consumo humano en el Reino Unido, tema tabú en la UE. Esto supone un proceso largo pero, dependiendo de cómo quede la normativa final, la UE puede considerar que supone una divergencia considerable y puede aplicar una de las salvaguardas del acuerdo, estableciendo más barreras a estos productos.

 

R. A.- ¿Reino Unido está buscando nuevos socios comerciales?

M. F.- El Reino Unido tenía esperanzas de firmar un acuerdo rápido con los EE UU, debido al buen entendimiento que había entre Boris Johnson y Donald Trump. Ahora que ha cambiado el presidente de EE UU ha quedado en el aire.

Por otro lado, durante 2020, la norma general de Reino Unido ha sido ratificar el acuerdo que tenía el tercer país con la UE, es decir, mantener las condiciones que había con la UE. El único país que ha ido un poco más allá ha sido Japón. A partir de ahora, va a haber una ofensiva diplomática por parte de Reino Unido para renovar sus acuerdos comerciales, teniendo en cuenta que la economía británica es más de servicios que de bienes.

También están hablando con los países del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP) para tratar de llegar a un acuerdo con estos países.

Desde el punto de vista de España, lo que más nos debería preocupar es que puedan llevar a cabo algún acuerdo con países competidores, como Marruecos o Egipto en frutas y hortalizas, ya que estos países tienen unos costes de producción menores que los nuestros y podrían ofrecer productos más baratos y llegar a desplazarnos en algunos segmentos en los que se aprecia más el precio que la calidad.

También países como Nueva Zelanda o Australia, que venden mucho vino al Reino Unido y con quien tienen lazos también a nivel emocional, por su pertenencia a la Commonwealth. Con más producto en el mercado, habría más presión en los precios y puede ser menos rentable estar en este mercado para los vinos españoles.



 

 

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