El mundo consume pescado, y cada vez más. Aunque en España se comen menos productos marítimos que hace algunos años, el consumo per cápita en 2017 fue de 23,73 kilos, según el Informe Anual de Consumo alimentario 2017 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), y sigue siendo el segundo país consumidor, por detrás de Japón.

Pero alimentar a casi 7.500 millones de personas implica sistematizar una producción que no está garantizada de forma natural. Con el objetivo de reducir el impacto negativo para el medioambiente del cultivo en masa de pescado, investigadores científicos intentan hacer progresar la acuicultura ecológica.

A estas alturas, la acuicultura representa ya la mitad del pescado consumido en el mundo con un impacto evidente sobre el medioambiente. Como reconoció Lionel Dabbadie, investigador en acuicultura del CIRAD, “cada vez hay más problemas de mortalidad entre los peces, además del riesgo de enfermedades”. Esta tendencia al alza viene confirmada por el último informe de la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Según este documento, la acuicultura supone más del 53% de la producción de pescado en el mundo, con 171 millones de toneladas producidas en 2016. Además, el consumo anual de pescado por habitante en el planeta fue de 20,5 kilos en 2017, mientras que en 1961 era de sólo 9 kilos. Para satisfacer esta demanda suplementaria, aseguran desde CIRAD, se debe recurrir a la piscicultura.

Dos sistemas diferentes

Para hacerlo existen dos tipos de sistemas, afirma Dabbadie. Por una parte están los “sistemas tradicionales de agroecología”, como la piscicultura en campos de arroz, una práctica muy difundida en Asia y que existe desde hace más de un siglo en Madagascar. Este tipo de acuicultura consiste en cultivar especies de peces en campos de arroz. Un ejemplo son las carpas, que escarban en el fondo del agua liberando sales nutritivas, lo que favorece el crecimiento de los arrozales.

Otro sistema de acuicultura ecológica consiste en el desarrollo de piscifactorías convencionales para hacerlas más sostenibles. Por ejemplo, algunas granjas de salmones noruegos también introdujeron lumpos, unos peces muy pequeños que se alimentan con piojos de mar y que viven encima de las escamas de otros peces. Su presencia sirve como alternativa a los productos fitosanitarios.

Además, la acuicultura sostenible puede desarrollarse también en huertos y cultivos urbanos, en los que los excrementos piscícolas pueden servir como abono, sobre todo en producciones agrícolas de grandes ciudades.

Evolución de la acuicultura en España y en Europa

El pasado mes de julio, APROMAR presentó su informe anual sobre la evolución de la acuicultura en España y en Europa. Las cifras son las más actuales hasta el momento e incluyen los años 2016, 2017 y 2018.

Entre sus conclusiones destacan que en 2016, España contaba con 5.105 establecimientos de acuicultura en funcionamiento. De estos, la gran mayoría, 4.782 lo eran de moluscos en acuicultura marina; había 200 granjas de acuicultura de peces en agua dulce; 82 granjas en la costa, zonas intermareales y esteros, y 41 en viveros en el mar. Además, ese mismo año, el sector dio empleo en nuestro país a 17.811 personas.

España es el país de la Unión Europea con mayor producción en acuicultura (283.831 t) en 2016, seguido por el Reino Unido (194.492 t) y Francia (166.640 t). En total, la UE produjo ese año 1.292.597 toneladas por un valor de 3.729 millones de euros. Las principales especies acuícolas producidas en la UE son el mejillón, la trucha arco iris y el salmón atlántico.

Hacia un sector europeo de la acuicultura sostenible

A mediados de junio, el eurodiputado vasco Carlos Itugaiz presentó en Bruselas un informe que pide a la UE un impulso para el sector de la acuicultura con el objetivo de hacerlo más competitivo y un garante de la seguridad alimentaria de los ciudadanos.

Bajo el título “Hacia un sector europeo de la acuicultura sostenible y competitivo: situación actual y desafíos futuros”, el informe de Iturgaiz defiende que la acuicultura dé prioridad a una producción alimentaria sostenible y diversa, en la que se encuentren todo tipo de productos acuícolas, como pescado de agua dulce, pescado de agua salada, moluscos, crustáceos o algas.

En el informe se tratan los problemas que afectan al sector hoy en día, como la falta de espacio marítimo disponible, los obstáculos administrativos, la competencia de los mercados mundiales, la falta de información ciudadana o la mala imagen que los ciudadanos tienen de la práctica acuícola. Para paliar estas carencias, Iturgaiz ha propuesto una serie de medidas que incluyen el establecimiento de criterios homogéneos para la concesión de licencias dentro de la UE; la puesta en marcha de procedimientos comunes para la gestión de enfermedades; la ordenación eficaz del espacio o el establecimiento de objetivos tanto a nivel continental como a nivel regional, para adaptarlos a las particularidades de cada país.

Según Apromar, la Asociación Empresarial de Acuicultura de España, la producción acuícola en nuestro país está estancada. Esta realidad se debe, en parte, a que más de la mitad del consumo acuícola europeo procede de países extraeuropeos, pero también a que las empresas de acuicultura europea chocan con dificultades burocráticas y con obstáculos para acceder a espacios idóneos.

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