_{Carlos Castán, Presidente de la Asociación Española de Usuarios del Transporte de Mercancías (Aeutransmer)}

Hay mentes con imaginación tan fértil como la de Asimov para imaginar los mundos de las Fundaciones y las 3 Leyes de la Robótica, la de Tolkien para crear la Tierra Media de Tolkien, o la de Montanelli para narrar entretenidamente la Historia de Roma. Quizá alguien ya concibió lo que ha acabado ocurriendo este 2020, pero como individuos corrientes nos hemos tenido que adaptar a una situación excepcional que ni esperábamos ni imaginábamos. Así que la sociedad sigue funcionando, pero de manera diferente.

El transporte, naturalmente, no es una excepción. El impacto del COVID, se ha sumado a cambios y tendencias que ya se preveían como influyentes, y el resultado es un periodo volátil, incierto, complejo y ambiguo. El término VUCA (Volatility, Uncertainty, Complexity and Ambiguity) describe esta situación, y se generalizó en el ámbito militar con la caída del Muro. Tras la caída de los regímenes comunistas, los militares se encontraron en una situación en que los comportamientos de cada actor podían cambiar rápidamente, faltando información para anticiparse, con influencias cruzadas difícilmente cuantificables y poco evidentes.

En este contexto, todos los agentes del transporte y la logística debemos ser resilientes, capaces de adaptarnos esta situación. Debemos ser capaces de conocer nuestro entorno, para anticipar los cambios, de entender o intentar entender las razones de esos cambios y de transformarnos a las nuevas condiciones.

Cambios y tendencias que ya había hace un año, algunos se acentúan con la pandemia y otros se moderan, pueden ser motores de adaptación, o a veces simplemente nuevas condiciones de contorno.

La pandemia ha alterado patrones de consumo, cambiando volúmenes y lugares de producción, afectando a las rutas de productos y materias primas, desequilibrando las redes de transporte, tanto en capacidades como en precios.  Así se ha hecho patente la utilidad de las cadenas multimodales, como las autopistas ferroviarias, que mueven cargas sin conductor.

Pero también el nuevo Paquete de Movilidad cambiará la estructura y funcionamiento del transporte por carretera, que ya se enfrentaba a retos como la falta de conductores, como la financiación de la construcción y mantenimiento de las infraestructuras por parte de países con déficits fiscales, y como los objetivos de descarbonización de la Unión Europea. Estos objetivos quizá responden a la necesidad de Europa de liderar globalmente algún sector tecnológico. Europa perdió el tren de la telefonía móvil, así como el de la digitalización, y no puede permitirse perder otro.

Y la digitalización, brinda al transporte y logística reducir costes, adaptarse a la pandemia, reduciendo el contacto físico, y ofrecer nuevos servicios a los clientes. Clientes que han cambiado su manera de consumir, tanto en los productos, como en los canales que utilizan, y que demandan conocer dónde está su pedido y esperan plazos de entrega mucho más cortos.

La aceleración de la cadena de suministro modifica el modelo logístico, con nuevos tipos de almacenes, con el desarrollo de plataformas de carga aérea o con tiendas urbanas sin clientes, que ocuparán los locales que dejan libres aquellos negocios que no soportan la crisis y la competencia online.

Esta modificación del tejido urbano se combina con la posible reducción de necesidad de oficinas por el teletrabajo, que puede provocar una reducción de los desplazamientos laborales, que, junto al mayor compromiso medioambiental de las administraciones públicas que cambia el acceso de vehículos privado, la distribución urbana de mercancías y el transporte público.

Podemos ver que no es sencillo prever cómo funcionaremos en los próximos años, por tanto, tampoco sabemos cómo será el transporte. Por tanto, debemos desarrollar, tanto como individuos como organizaciones, la resiliencia necesaria en este entorno VUCA, sin saber exactamente a qué retos nos enfrentaremos en el futuro.

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