Pedro Barato, Presidente de la Interprofesional del Aceite de Oliva Español

El año que finalizó hace unos días nos ha enseñado muchas cosas, tanto en el plano personal como en el profesional. En el caso del sector de los aceites de oliva, nos ha mostrado que el consumidor siempre será capaz de sorprendernos. Muchos en nuestro sector se lamentaban del desapego que los consumidores más jóvenes parecían sentir por este alimento. Es más, algunos los daban por perdidos. Y, sin embargo, en plena pandemia hemos comprobado que el consumidor, cuando regresa a las cocinas, quiere comer sano, comer “bien”, y por eso ha vuelto a los aceites de oliva. En un mundo en el que la salud se ha convertido en una prioridad, las bondades de los aceites de oliva priman sobre otras consideraciones. Ahora, debemos responder al reto que nos plantean los consumidores. Tenemos que afianzar esa tendencia y lo haremos facilitándoles toda la información necesaria para el mejor uso y disfrute de este alimento único.

Lo cierto es que nadie podía prever lo que iba a ocurrir este año ni las consecuencias sobre muchos sectores de nuestra economía. Pero a nosotros nos ha servido para cuestionarnos ideas que estaban muy arraigadas entre nosotros. Me explico.

Hace mucho tiempo que hablamos de España como un mercado “maduro”, en el que los cambios se producen con mucha lentitud y que apenas nos depara sorpresas. Pero, aunque nos cueste apreciar esos cambios, no significaba que no se produzcan.

Por ejemplo, no se le dio la suficiente importancia al ver que, con la llegada del nuevo siglo, el consumo iba perdiendo poco a poco fuelle en nuestro país. Quizás, la euforia generada por los éxitos de ventas en el mercado exterior nos hizo no dar tanta relevancia al mercado nacional y lo que supone para nosotros. No hay que olvidar que España sigue siendo nuestro primer cliente. Un mercado que consume ahora 100.000 toneladas menos que a principios de siglo. Pero, también, un mercado que nos ha demostrado que no es inamovible.

Parecía que todo estaba inventado y, sin embargo, en una década hemos visto cómo el aceite de oliva virgen extra escalaba puestos en las preferencias del consumidor.

Estamos a un paso de que esta categoría sea la más vendida en nuestro mercado, superando al aceite de oliva, mezcla de aceite refinado y aceite virgen o virgen extra, el preferido por el consumidor durante décadas.

Es más, visto con perspectiva, creo que no debemos subestimar el efecto de las campañas de información y promoción que la Interprofesional del Aceite de Oliva Español, a través de la marca Aceites de Oliva de España, ha puesto en marcha en los últimos doce años en nuestro país. Por mucho que sea más difícil evaluar los resultados de campañas genéricas del conjunto de la categoría de producto, sí que podemos rastrear en nuestro mercado los efectos de esas campañas han ido dejando. Como una lluvia fina que va calando. Uno de los ejemplos más evidentes es el de la campaña “Aceites de Oliva. Toda una Experiencia”, que se desarrolló entre los años 2013 y 2016. En un mercado que, hasta ese momento, había ignorado prácticamente el potencial comercial de las variedades de aceites de oliva virgen extra, la Interprofesional apostó por explotar ese tesoro. Marcas y consumidores respondieron de forma muy positiva. Las variedades llegaron para quedarse.

De cara al futuro, tenemos que aplicar varias enseñanzas. La primera: tenemos que seguir de cerca y sin perder de vista al mercado nacional. Tiene aún mucho potencial o es mucho lo que podemos perder (y eso no nos lo podemos permitir). La segunda que no debemos dar nada por sentado. Aún debemos aprender mucho sobre el consumidor español.

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