Alejandro Negro Sala
Consejero de Cuatrecasas
grupo.alimentacion@cuatrecasas.com
El pasado 12 de septiembre, comenzó a aplicarse el Data Act, el nuevo Reglamento de Datos de la Unión Europea, que marca un hito en la economía de los datos. Aunque su llegada ha pasado relativamente desapercibida, sus efectos prometen transformar la gestión y el aprovechamiento de los datos generados por dispositivos y servicios conectados, conocidos como IoT. El objetivo principal de esta normativa es fomentar un uso más abierto, justo y eficiente de los datos, impulsando la innovación y nuevos modelos de negocio, sin descuidar la protección de la información sensible.
En el sector alimentario, donde la digitalización avanza a través de maquinaria agrícola conectada, sensores de calidad, sistemas de frío, trazabilidad y plataformas logísticas, el Data Act representa una oportunidad y abre la puerta a una colaboración de datos más fluida a lo largo de toda la cadena, desde los puntos de producción hasta los puntos de venta.
El eje central del Data Act es garantizar el acceso a los datos generados por productos y servicios conectados. Los usuarios —agricultores, industrias y distribuidores— tienen derecho a consultar estos datos y, si lo desean, compartirlos con terceros para obtener servicios de valor añadido. Esto abarca información sobre el rendimiento de la maquinaria, condiciones de almacenamiento, parámetros de calidad o rutas logísticas que pueden emplearse para optimizar procesos, reducir pérdidas y reforzar la trazabilidad.
Este acceso, sin embargo, está sujeto a reglas claras: se pueden aplicar compensaciones razonables y se protege la información confidencial de las empresas. Los fabricantes deben diseñar sus productos y contratos para que el acceso sea técnicamente viable y no se creen barreras artificiales. Así, se facilita la integración de nuevas soluciones y se reduce la dependencia de un único proveedor.
Otro aspecto fundamente del Data Act es la promoción de la interoperabilidad y la portabilidad entre servicios en la nube. El objetivo es que las empresas puedan migrar sus datos y aplicaciones entre proveedores de manera sencilla, sin obstáculos ni costes inesperados que impidan dicha migración. Para las empresas del sector alimentario que utilizan plataformas digitales para la gestión de calidad, logística o trazabilidad, esto se traduce en una infraestructura más flexible, menor dependencia y una reducción de os riesgos asociados a posibles interrupciones del servicio.
Este acceso no es gratuito ni ilimitado: el Data Act permite compensaciones razonables y establece salvaguardas para secretos empresariales. Los fabricantes y proveedores están obligados a diseñar sus productos y contratos para que el acceso sea posible y no haya bloqueos artificiales y facilita que las empresas cambien de proveedor o integren nuevas soluciones.
El Data Act también introduce novedades en la regulación de los contratos de intercambio de datos, con especial atención a las pequeñas y medianas empresas. En un sector como el de la alimentación caracterizado por la coexistencia de grandes grupos y pequeños productores, la normativa busca equilibrar las relaciones contractuales, evitando cláusulas abusivas que bloqueen el acceso, permitan usar datos sin compensación o limiten su reutilización de manera injustificada. El objetivo es fomentar una colaboración más transparente y predecible.
El Data Act convive con el RGPD: no modifica las reglas sobre datos personales. Las empresas deberán seguir aplicando controles de acceso, técnicas de anonimización o seudonimización cuando sea necesario, gestionar consentimientos y reforzar la ciberseguridad según el riesgo. Además, se refuerza la protección del know-how y los secretos empresariales, y se ponen requisitos de seguridad a los contratos inteligentes usados para automatizar intercambios de datos.
En la industria alimentaria, la aplicación del Data Act abre tres grandes oportunidades: (i) eficiencia: la combinación de datos procedentes del campo, la fábrica y la logística ayuda a ajustar insumos, reducir desperdicio y optimizar la cadena de frío; (ii) nuevos servicios: se facilita el desarrollo de analítica avanzada, mantenimiento predictivo, certificaciones dinámicas de calidad y trazabilidad en tiempo real para consumidores y retailers; (iii) confianza: reglas claras sobre quién accede a qué datos y con qué límites facilitan la colaboración y hacen las auditorías más ágiles.
Para aprovechar la oportunidad, es importante establecer una gobernanza de datos clara: saber qué datos genera cada equipo, para qué se usan y con quién se comparten. Los contratos deben incluir compensaciones, límites de uso, protección de secretos y mecanismos de auditoría. Será clave registrar quién accede a qué, asegurar interoperabilidad.
El Data Act no obliga a compartirlo todo ni elimina la competencia; más bien ordena el mercado del dato y lo vuelve más útil, seguro y accesible. En un sector como el alimentario, donde los datos han estado tradicionalmente dispersos y poco aprovechados, la norma es una invitación a transformar el dato en activo: menos desperdicio, más calidad y trazabilidad, y nuevos servicios que diferencien en un mercado exigente. La clave estará en combinar acceso responsable, interoperabilidad y protección del conocimiento, con una visión estratégica que alinee a productores, transformadores, distribuidores y tecnología en torno a objetivos compartidos.